He leído un artículo en el que se destacan El cabo de
Trafalgar, la isla de Trocadero y el río Guadalete, como espacios naturales de
alto valor en la provincia de Cádiz, ya que fueron escenarios de tres
contiendas que marcaron a fuego la historia de España.
Batalla de Trocaredo
Hoy, casi dos siglos después de la Batalla de Trocaredo, la
isla que da nombre a esta contienda, en Puerto Real (Cádiz), es una marisma de
alto valor ecológico. Un caladero natural de crustáceos y moluscos y un lugar
perfecto para la cría de flamencos o garzas. Nada recuerda ya las batallas allí
vividas, ni tan siquiera el Fuerte de San Luis, parte de las defensas de la
Bahía de Cádiz, del que hoy solo quedan ruinas.
Batalla de Trafalgar
Por otro lado, tenemos la Batalla de Trafalgar, el
enfrentamiento de Francia y España contra la armada británica al mando del
vicealmirante Nelson, quien finalmente obtuvo la victoria. Una columna con la
estatua de Horatio Nelson preside hoy Trafalgar Square, zona de visita obligada
para todo aquel que se encuentre en Londres y antesala de citas imprescindibles
como la National Gallery.
Cabo de Trafalgar
Hoy Cabo Trafalgar es uno de los territorios
gaditanos más apreciados por los amantes de la naturaleza, la playa y el
senderismo. No faltan en la zona lugareños y pescadores que recuerdan a quien
quiera escucharles la batalla allí vivida, la muerte de cientos de personas y
la presencia todavía hoy de decenas de barcos hundidos que yacen bajo las aguas
en las que se bañan los turistas. La autora del artículo nos dice que sin
rencor y sin dolor se recuerda un episodio de nuestra historia que marcó una
época y que hoy recogen los libros de texto españoles y británicos. No solo hay una Trafalgar Square. En Bridgetown, Barbados, la actual plaza de los Héroes
Nacionales se llamó hasta 1999 Trafalgar Square y existe otra más en Barre,
Massachusetts.
Trafalgar Square en Londres
La Batalla de Guadalete es la que de verdad nos importa hoy.
Porque gracias a esta contienda se va a gestar lo que será al-Andalus. Porque
hoy hay un presente en este lugar, en este río siguen pasando cosas, la
historia continúa. No es solo un acontecimiento en el libro de historia. Pero primero tenemos que ponernos en contexto. Saber cómo y
por qué empezó todo.
La batalla de Guadalete, cuadro del pintor Martínez Cubells (1845-1914)
El sistema político visigodo del reino de Toledo estaba
gravemente enfermo. Cuando moría un rey, se volvía a elegir otro, que no tenía
por qué estar necesariamente emparentado con el difunto. Ello suponía
frecuentes rebeliones, insurrecciones y todo tipo de conspiraciones que
fácilmente podían acabar en asesinato: el objetivo era obtener el poder. La
rivalidad entre facciones era constante y las guerras civiles podían estallar
muy fácilmente entre aquellos que aspiraban al trono.
Para asegurar cierta continuidad dinástica y dar estabilidad
al reino, los reyes visigodos solían asociar al trono, durante su vida y para
gobernar conjuntamente, a quien consideraban que había de ser su sucesor;
generalmente un hijo, o hermano más joven. Pero ello no aseguraba que, a su
muerte, el protegido fuese el sucesor aceptado por el conjunto de nobles.
Cuando el catolicismo paso a ser religión oficial, la
Iglesia trató de contribuir a la estabilidad política, sobre todo a partir del
IV Concilio de Toledo (año 633) al establecer que el rey también debía ser
elegido por los obispos, que el poder real era de naturaleza divina y que por
tanto, no jurar fidelidad al rey electo constituía un pecado de sacrilegio
castigado con la excomunión. Pero a pesar de los esfuerzos de la Iglesia, los
nobles se encargaban de recordar en todo momento que eran ellos los que
decidían, al final, quien era el rey.
La decadencia final se abrió con el reinado de Wamba (año
672). La Iglesia quería su coronación, pero no pudo consolidar su poder. Los
nobles actuaban frecuentemente como reyezuelos independientes. Así, el poder se
fraccionó de forma progresiva e irremediable. El previsible desastre se agudizó
con una larga etapa de malas cosechas, peste y hambrunas. La importante crisis
económica se plasmó en una disminución de la moneda circulante y en una
contracción del comercio.
Cuando Witiza murió (año 709), la sucesión enfrentó a dos
grupos de nobles, los partidarios de su hijo, Ágila y los partidarios de
Rodrigo. Las fuentes del proceso de ascensión de Rodrigo son confusas.
En el año 710 Musa envía a Tarik con 500 hombres y cuatro
barcos a hacer una incursión en la costa andaluza y comprobar las defensas
locales. Desembarcó Tarik en lo que posteriormente se llamaría Tarifa y saqueó
buena parte de la zona, regresando a África con buenas noticias para Musa.
Rodrigo llegó a Córdoba y convocó urgentemente a todo su
ejército. A la llamada también acudieron los hijos de Witiza que finalmente
traicionaron a Rodrigo pactando con los árabes a cambio de conservar sus
derechos al trono y sus propiedades.
Dado que las crónicas
de la época no son más que textos propagandísticos, es imposible saber
exactamente como transcurrió la batalla, aunque recopilando materiales, podemos
hacernos una idea bastante aproximada. Los árabes probablemente no contaban con
mas de 15000 hombres mientras que las tropas godas quizá alcanzaban el doble. De
todos modos las fuerzas de Rodrigo quedaron en inferioridad numérica ante los
árabes y además, desmoralizados por la deserción de sus compañeros traidores.
El grueso de las tropas de Rodrigo pronto quedó cercado y
acosado por la táctica envolvente del enemigo: una lluvia de flechas descabalgó
a los pocos caballeros que aún quedaban con Rodrigo, mientras la infantería
musulmana cargaba entre gritos y alabanzas a Ala.
La batalla se había desarrollado sobre el cauce del río
Guadalete, muy cerca de Arcos de la Frontera. Del rey Rodrigo nada más se supo.
Lo más probable es que muriera en la batalla, pues en el cauce del río se
encontró el cadáver de su caballo. Otras fuentes más dudosas dicen que escapó y
que fue el quien destacó en la valerosa defensa de Mérida. Fuentes árabes
dicen, cosa harto improbable, que fue Tarik en persona quien mató con su lanza
a Rodrigo, y se advierte que envió la cabeza del rey visigodo a Musa.
A partir de entonces, la conquista islámica se ejecutó con
grandes facilidades dada la descomposición política y social en la que se
encontraba sumido el reino visigodo.
La trascendencia histórica de esta batalla es innegable.
Junto a la romanización, la invasión árabe fue el hecho histórico que más ha
condicionado la Historia de España, pues tras la Batalla de Guadalete se
iniciaron casi ocho siglos de presencia islámica en España, con la
importantísima aportación de su cultura en los distintos ámbitos.
La periodista que escribe el artículo en el que me baso nos
recuerda que a los vencedores les gusta que sus hazañas sean recordadas por la
humanidad. También en los países musulmanes se nos muestran calles, plazas y
cafés con el nombre de aquel general que nos sometió hace ya más de mil años
para fundar Al Andalus.
El café Tarik Ibn Ziyad de Rabat, en Marruecos, es uno de
los locales más recomendados para tomar un buen té y leer el periódico. En
Marruecos, como en muchos otros países de origen musulmán, hay más cafés que se
llaman Tarik. También hay calles y plazas con el mismo nombre. Se podría
organizar una ruta para conocer todos esos sitios.
Hoy, las aguas del río Guadalete bajan tranquilas junto a la
vía verde de la sierra de Cádiz, un lugar maravilloso para hacer rutas en bici
o senderismo durante el fin de semana. Pero en algún punto de su cauce, entre
su nacimiento en la sierra de Grazalema y su desembocadura en El Puerto de
Santa María, las tropas del general Tarik nos infringieron la que probablemente
ha sido la mayor derrota militar que los nativos de este país hemos sufrido
jamás.
Río Guadalete
Una curiosidad del presente que atañe al pasado del río es
que hasta ahora se creía que la desembocadura de este río era natural, dibujada
por la orografía del territorio a lo largo de los siglos. Pero recientemente
investigadores de diversas instituciones andaluzas han coincidido al señalar
que se abrió de forma artificial hacia el año 19 a.C. ¿El responsable? Lucio
Cornelio Balbo el Menor, un acaudalado militar de la Hispania Ulterior que
afrontó una obra magna para crear el llamado Portus Gaditanus, abriendo un
canal que uniría la bahía de Cádiz con el río Guadalete para favorecer con un
puerto nuevo las exportaciones con más embarcaciones comerciales. El artículo
de National Geographic en el que descubrí esto señala al historiador Enrique
Pérez Fernández y al técnico del ayuntamiento de El Puerto de Santa María, Juan
José López Amador, como los que hicieron esta importantísima deducción tras
consultar documentos antiguos. Pero para asegurarse de que su hipótesis era
cierta, contactaron con investigadores de la Facultad de Ciencias del Mar de la
Universidad de Cádiz y del Centro de Arqueología Subacuática del Instituto
Andaluz del Patrimonio Histórico, quienes también habían llegado a la misma
conclusión durante un estudio geomorfológico de la bahía.
Desembocadura del Guadalete
Así pues, la actual desembocadura del Guadalete fue fruto de
una gran obra romana realizada a pico y pala. Aunque hoy, transcurridos más
2.000 años, parezca una salida al mar completamente natural.
Tres contiendas, tres zonas turísticas, tres espacios
naturales de Cádiz. Hay algo más que une a estas tres localizaciones: todas
continúan hoy prácticamente tal y como se encontraban en el siglo XIX, cuando
fueron escenario involuntario de los combates. Las tres han resistido a las garras
de la construcción y al envite de la especulación urbanística. Hoy son de los
pocos espacios prácticamente vírgenes que quedan en Andalucía. Como si con esa
virginidad quisieran mantener imborrables las huellas de las batallas allí
libradas y las vidas allí perdidas.
Si con algo me he quedado de este artículo de Miriam Lorenzo
es con el final. “Franceses, británicos y musulmanes presumen desde hace siglos
de sus victorias y tratan de inmortalizarlas en sus plazas, calles o cafés.
Pero los originales los tenemos aquí, en Cádiz. Esos ni ellos ni nadie nos los
puede quitar”. Es una bonita forma de asumir el pasado y de ver el presente.
Losada, Juan Carlos Batallas decisivas de la historia de España. Santillana Ediciones Generales, Madrid 2004.
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